Para amar



Para amar hay que pedalear , caminar solo, hay que jugar, hay que cambiar de voz de vez en cuando. Arriesgarse a decir "hoy no se a donde voy". Para amar hay que desafinar (esto es casi necesario). hay que equivocarse y decir "vaya, mi pierna esta en el cubo". Para amar no solo junta el cielo y rueda, uno debe de observar y reparar el cuadro de la bici, equilibrar los frenos, esperar a veces a que deje de llover o conducir bajo la lluvia. Para amar hay que elegir, hay que pensar y hay que saber poner en off la mente. Para amar hay que dar, hay que estar, decidir, preguntar, dudar, llorar a mares, arriesgar apostando todo el tedio al nueve y saber decir adiós cuando en el otro lado no se rema. Cuando en el otro lado no hay señal ni canción, ni duda y a los mapas les sale polvo en los cajones. Amar es parecido a navegar y a veces nadie duerme. Un ángel puede colocaros frente a frente, hacer que vuestros ojos no puedan dejar de mirarse, que todo este en su sitio, igual que llevas a tus hijos en el curioso camino de vivir. Un ángel no te sacará de tu casa, no te hará la mochila ni te dirá que debes meter dentro. Un ángel no hablara por ti, no viajará por ti y no decidirá por ti. Así que mientras tu esperas a que llegue una señal, hay una bici rota, una mochila vacía, una voz apagada, una ruleta detenida, un barco que muere poco a poco en el puerto de la cruz. Hay una selva sin ti y un baile sin tu cuerpo.
El amor no esta en las manos de un destino abierto veinticuatro siete, esta en las tuyas y si no las usas el amor se marcha por donde ha venido.

Comentarios

  1. Para amar hay que saber soltar.
    También hay que saber coger, y hay que saber cogerse.
    Acercarse mucho a uno mismo,
    romperse en miedos e inseguridades,
    soltarse el yo soy entero,
    para tener la oportunidad por un instante,
    de mirar en los ojos a lo indestructible.
    Para amar hay que dejar la basura irse al vertedero,
    quitarse el velo de los ojos,
    escuchar y observar sin miedo.
    Hay que reconocer la sutil diferencia entre lo que uno quiere,
    lo que uno necesita
    y lo que mierda hay.
    Para amar hay que conocerse mucho,
    como para hacer mapas y mapas de uno mismo,
    pues el mapa es igual a todo lo que verás en el otro.
    Para conocerse hay que dejar las armas,
    estar dispuesto y constante, aceptar y quedar sin aliento.
    Y volver a aceptar(se) y a brir(se),
    como cuando estiras las piernas:
    inspira acepta y expira suelta.
    Un ejercicio constante.
    Y después de todo y de deshacerse en acciones,
    amar es la sutil alegría que nos acecha en savasana,
    la posición del cadáver.
    Saber que nada es aferrable,
    bailando en el corazón con ello,
    hacerse uno con ello, con la nada.
    El amor se despliega como un tapiz frente a los ojos,
    construido de innumerables hilos de colores,
    natural como respirar,
    sencillo como la presencia,
    tranquilo como el vacío.
    El amor esta allá donde todavía resuenan las olas en silencio,
    debajo del cojín de meditar,
    en cada respiración.
    La decisión de observarlo o no observarlo,
    de sentirlo o de no sentirlo,
    la tomamos cada uno a cada instante.
    Inspira. Expira. Vive.

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