La ficha perdida




Parapetado tras la insignia. Desnudo calle abajo un anciano grita, los brazos abiertos como si volara. Él lo ve todo, seguro tras la persiana, protegido del viento y la locura. Allí abajo pasa un hombre africano con una corbata morada anudada en la frente, tres de la tarde del mes de julio. Empuja un contenedor carretera arriba y tararea una canción desconocida. Parapetado tras la insignia se seca el sudor que baja hasta sus mejillas. 
Abandona el contenedor en mitad de la carretera y el hombre africano desaparece por una callejuela. Antes de desaparecer lanza su corbata morada y allí queda para quien necesite una prueba.
Parapetado tras la insignia decide llenar su maletín, aunque a veces no puede evitar asomarse para comprobar que la corbata sigue allí, en el suelo. Allí, como un testigo de que a veces en el mundo pasan cosas inexplicables. ¿que hay en su maletín? papeles, solo papeles que solo llenan un maletín, papeles verdes, morados, azules papeles que no resuelven la carencia.
Hubo un tiempo que él también fue así, le gustaba salir a la calle a pasear al perro con la bata y un paraguas, descalzo y tarareando a Daniel Viglietti de forma perfectamente audible. Eran otros tiempos. Quiere esa corbata, la necesita, ahora es algo que debe salvar, como si de ello dependiese salvar una parte de si mismo. No le da tiempo a vestirse, o tal vez no se acuerda porque baja a la avenida y alguien parapetado tras la insignia ve a un hombre desnudo agacharse a recoger una corbata morada como si se tratase de un antiguo códice, con una incomprensible reverencia. En el lugar queda un maletín y el hombre desaparece por una callejuela.


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