El club de los zapatos de goma (segunda parte)




Nadie sabe donde esta Julian. Desapareció la otra noche, se despidieron junto al café Tucanes y desde entonces han pasado dos días.
Hay que decir que Julian, con sus ojos azules y pequeños, con sus casi dos metros de altura y su extrema delgadez, con sus manos enormes y elegantes, a veces desaparece y de pronto avisa a alguien para que vaya a recogerle al aeropuerto. La otra noche pareció afectarle el debate sobre las hormigas. Quedó en silencio, mirando algo lejano,  los ojos perdidos entre los arboles del parque.
Como siempre en su eterna preocupación, Buho decide llamar a Amanda (la cual según él, posee todas las respuestas, o casi)

—¿Amanda? ¿como estas? ¿sabes algo de Julian? estoy preocupado
—Buho... ¿sabes que hora es?
—las tres de la mañana...
—¿y que se hace a esa hora?
—Pues yo suelo leer y ahora estaba con Bakunin, de hecho mira que frase mas interesante...
—¡Buho! tu sabes bien que las tres de la mañana es mi hora preferida para mirar las estrellas, no puedo pensar en Bakunin ahora...
—¿y que estrellas miras?
—En realidad no estoy mirando a una estrella sino que... bueno ahora estoy con las constelaciones... estrenado un telescopio...

A las cuatro de la mañana Buho y Amanda están apuntando coordenadas celestes en una libretita y a cada rato dirigen el telescopio hacía algún lugar del espacio inabarcable. Por supuesto a los dos se les ha olvidado por completo Julian.

—Buho... ¿Buho? — le mueve suavemente el hombro, pero ya esta, se ha quedado dormido en una posición imposible, en una especie de torsión sobre la libreta.

Con mucho cuidado Amanda lo coloca en el colchón cama de Flipster, el enorme pastor australiano levanta levemente la cabeza y se vuelve a tumbar, parece estar comodo con su nuevo amigo y emite un gruñidito de satisfacción.








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