El violinista y la Luna




"Camino por la ciudad de Córdoba, he llegado aquí desde Granada ubicado gratuitamente en la parte trasera de un autobús y por alguna misteriosa razón el conductor no me había pedido el billete"

 extracto de un viejo diario encontrado de pronto en un cajón.

Fue un viaje muy especial porque si hasta ese momento solía viajar con muy poco dinero quería dar un paso mas allá y viajar con absolutamente nada. Por no llevar no llevaba ni tienda de campaña.
Sin embargo de mi mochila pendían absurdamente no se cuantas ollas y cachivaches cocineiros, ademas de una guitarra atada de cualquier manera y que solía sufrir a veces la tortura de la lluvia.

Así que caminaba junto al río pensando en donde dormiría hoy, intrigado realmente por que sería de mi.

Llego a un puente precioso que cruza sobre el agua y los arboles verdes, la luz de esta ciudad es indescriptible. Mientras avanzo observo a unos cincuenta metros a  un nutrido grupo que se arremolina junto a lo que por los movimientos adivino como un violinista. Al pasar junto al grupo observo efectivamente a un violinista que toca a gran velocidad, con unas gafas que parecen sacadas de una tienda de disfraces y el pelo todo engominado apuntando amenazadoramente hacía el cielo, o en su curvatura emocional cual erizo en todas direcciones, incluso diría que alguna vez su espalda se curvaba tanto que aquella mata espinosa apuntaba directamente al suelo. Lleva una gabardina marrón bastante larga, hace frío.

No me hubiese detenido mas tiempo de no ser por unos ojitos marrones abiertos de par en par que me miraron fijamente y que no dejaban de hacerlo a medida que andaba. Me detuve. Situado a la izquierda del grupo, el violinista queda al lado, la chica ya no me mira sino que esta centrada en la música y en el tremendo porro que no parece querer compartir con nadie. De pronto vuelve a clavar sus ojos en mi, y me hace un gesto con la mano para que me acerque, ahora parezco parte de Córdoba, parte del puente, parece que fuese a sacar mi guitarra en cualquier momento. Tengo unas ganas locas de llamar a todo el mundo canijo.

Poco a poco el violinista deja de tocar porque la gente se va marchando y entre todos (quedamos dos chicas, el y yo) decidimos ir al rió, bajar allí y seguir tocando, o charlar para ver de donde viene cada uno.

Nos sentamos en la ribera y el violinista que parece adorar a su instrumento mantiene una charla animada con la chica de los ojos marrones. Trato de seguir la conversación pero es imposible, algo no encaja en las palabras, lo intento una y otra vez pero parece una conversación en otro idioma aunque es castellano, no se trata del acento. Nada parece tener ningún sentido y pienso que me estoy volviendo loco por momentos. El cielo y sus nubes parecen irreales, me mareo. El violinista se vuelve hacia mi y me mira mientras dice -Caniho a vé, si tu quiere sé musico tiene que tocar rapido, rapido rapido, empiesa lento y poco a poco...

Para demostrarme lo que esta diciendo comienza a tocar a gran velocidad, embebido en su instrumento, moviéndose como un cactus en medio de un tifón, realmente deprisa, realmente incomprensible. Mientras el esta inmerso en su danza de los siete océanos converso tranquilamente con la chica de los ojos marrones, le cuento mi viaje y porque estoy allí. El violinista termina su concierto y guarda el violín mientras saca de la funda el material para su segunda obra: un canuto épico. Mientras trabaja en su fabricación totalmente abstraído, la chica de los ojos marrones, (que ademas tenía el pelo negro, unos veinte años y todo en ella era dulzura) se gira hacía mi y me suelta sin sonreir -Tu hoy vá a dormí en una cama, por mi via que no voy a dejar que duermas debajo del puente- y vuelve su mirada hacía otro lado mientras retoma la extraña conversación con el violinista que en cierto momento se gira hacía mi: "Caniho a vé si tu me pué ayuda, poque yo tengo un poblema que no se ya que asé, e ido ar sicologo y es que ya no tie solución. Mira yo anté fumaba y me hasia arrgo pero ahora ya es que fumo fumo fumo y fumo y no me asé na, se me va er jorná caniho, y ya no se que asé, e que me desespero y me frustro"

Termina su discurso encendiéndose lo que parece una trompeta del concierto de fin de año y la chica de los ojos marrones se gira hacia mi aprovechando el encantamiento que parecen tener sobre él los pilares del puente -Ahora cuando yo me vaya tu te viene conmigo caniho-



Continuará...









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