Rio seco





No puedo seguir callándome las muelas, los enigmas, los silencios imposibles al filo de un candado, los cepos en la entrada, tus labios sellados. No me callo el nudo de las noches con la verdad escondida. Hoy se desnuda el tuétano y el hambre es mas que nunca un grito, un vagabundo, una misiva a un mundo que lo ignora.

Recuerdo y se que el recuerdo clava su alfiler, su tinta que tatuaba una maleta abierta, aquel salir corriendo calle abajo, hablándome, abrazándome a mi mismo, porque tu espalda era un muro que sin embargo decía aquello que nunca quise oír...

tu espalda, esa espalda como la nieve sobre Granada, que conoció el tiempo de los amigos, las fiestas en la casa de la amapola, que conoció los días de andar por la sombra porque el sol quemaba. Que conoció la alegría sin fin de nuestras guitarras. Granada sorda, sola en Enero.

Tu espalda, solo tu espalda, por toda respuesta.



Cuando llegaba y esperaba el sol que me había negado la prisa del invierno, cuando esperaba al menos dos palabras, cuando esperaba encontraba solo, solo tu espalda, solo un invierno por dos multiplicado, un acero doble también, un fuego que ni tan siquiera deja la ceniza. Yo no se si fui tu esclavo o fui tu juego o fui tu perro, tu perro del que solo te acordabas cuando la tormenta era realmente ineludible. No se si fui tu eunuco silencioso, no se si eras Nefernefernefer y sencillamente no aprendí nada de Sinuhe... porque seguí esperándote, esperando un amor imposible en un cuerpo sin alma.

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