Así fue el concierto en Marita Santana.


Planificar un concierto es algo así como preparar un viaje al polo norte. Sobre la mesa se extienden infinitos papeles como cartas de navegación... uno debe saber en que estado de salud se encuentra (una vez casi me desmayo tras un concierto) y en que estado están sus instrumentos, ya que una grieta puede suponer un terrible naufragio. Uno se debate entre todo lo que escuchó a la gente que habla y habla en las tabernas sobre los mares (o en este caso sobre las cuerdas vocales) y no sabe si comer o no comer. Las malas lenguas aconsejan el whisky para el frió y para la voz, otras lo niegan con vehemencia y hablan de marineros borrachos que cayeron por la borda. Algunos hablan de comer como si no hubiese mañana y otros del ayuno absoluto. Ante esta multiplicidad de ideas lo único que salva a un pobre músico estresado, es la propia experiencia y la intuición, pues cada concierto es único y como ya he explicado en otras ocasiones, da igual quien seas, puede que esa noche solo haya venido a verte tu perro y porque creyó que habría una merienda de inauguración. Así que uno calcula la humedad del ambiente, la dirección del viento, trata de alcanzar el nirvana dos horas antes para así mantenerse inmune a esos malditos nervios traicioneros que parecen saludarte una y otra vez tras las personas de la sala. Son las 3:11, hora de verano en el pacifico, mi blog me lo recuerda y me hace sentir como si estuviese escribiendo un cuaderno de bitácora. Finalmente siempre sucede lo que menos imaginas, en este caso había invitado a un montón de gente de forma aleatoria, sin pararme a pensar en lo que le interesaría o no a cada uno que a mi se me ocurriese dar un concierto. Invite a gente cuya posibilidad de que viniese me resultaba totalmente nula, gente a la que no veía hace en algunos casos mas de seis años. Y fuisteis llegando... 
Creo que este ha sido uno de los conciertos mas divertidos y en los que mas he sentido que la navegación ha sido toda una aventura. Con esa lampara secador de pelo de señoras de los años sesenta, que no en balde daba un calor infernal que me hacía sudar al tiempo que rizaba mi pelo. Esa misma lampara que me impedía en parte junto con mi atril ver si sonreíais o llorabais, creo que esto fue el secreto de que no se me subiese la voz a las orejas. En fin, solo quería dar un agradecimiento en condiciones a todas las personas que vinieron y que estuvieron allí hasta el final, a David que tenía el barco preparado, me dais fuerza para preparar el siguiente, sois la mejor tripulación.


¿Nos vemos allí?

Comentarios

Entradas populares