La flor



Destruir es rápido, impulsivo, a veces creativo, a veces absurdo, la destrucción es a veces la ultima expresión ante la asfixia, ante la opresión en el pecho, el ultimo ataque del jabalí moribundo. Destrucción y muerte, rabia, instinto, animal.
Si alguien dejase en mitad de la calle una hermosa escultura de cerámica fina, por ejemplo de una bailarina, titilando sobre un pequeño pedestal quizá, como si cortase la brisa con su delicadeza, con su equilibrio y su fragilidad, todo el mundo puede imaginar como acabaría la escultura, hecha añicos en el suelo. Crear no es rápido, nada o muy pocas cosas realmente hermosas se han hecho deprisa, crear requiere observación, calma, paciencia. El esqueleto humano es creado despacio, muy despacio, mas infinitamente despacio de lo que podemos llegar a imaginar, es quizá de las obras mas bellas de la naturaleza. El amor es el resultado de esta observación, de esta calma que lleva a un conocimiento profundo, a una intuición de eternidad.
La creación no es nunca banal, e ir caminando de acuerdo a los verdaderos ritmos de la naturaleza es a veces ir de la mano de la soledad y de la incertidumbre.
Quien realmente esta en un camino de creación, de vida, observa muy profundamente y es capaz de apreciar a la bailarina de cerámica fina, como corta el aire y casi puede ver las manos de quien la fabricó. El primer impulso es destruir, es como ya he dicho muy fácil, ante la incapacidad de reflexionar, de apreciar, de observar, de amar al fin y al cabo, solo queda lo inmediato, lo básico, dolor, sufrimiento, inmediatez. Esa bailarina podría ser una mujer hermosa y delicada a la que alguien intuye que podría amar profundamente pero se ha olvidado de como, porque se ha vuelto una bestia. El otro día encontré esta guitarra en mitad de la calle cuando volvía de tocar y me acerque a ella como uno se acerca a un cadáver, sabiendo que para alguien el camino de la escucha, de la levedad, había resultado insoportable. Por cierto, una vez alguien me pregunto como resistía la vida de músico sin drogarme, en ese momento no lo entendía. Como tenía la funda de mi guitarra en la espalda la gente se empezó a acercar y a preguntarme:
-¿pero porque? ¿como? ¡No! ¿what? oh my god...
había gente indignada en un montón de idiomas pero les hice entender que yo no tenía nada que ver con semejante absurdo, caminando hacía atrás, un poco culpable...
De pronto salió él de ese bar, medio borracho diciéndome que esa era su guitarra y que estaba así porque esa gente (señalando a los turistas) no habían querido escucharlo...
Lo mire unos segundos sin decir nada, a sus ojos azules en los que veía escrito lo contrario a sus palabras y le dije:
-Eres muy inteligente.
Se agachó y empezó a quitarle las cuerdas, un ultimo gesto de cordura ante el desastre...
-No era una guitarra buena ¿sabes? me costo quince euros...
-Claro que lo era, esa madera era buena, otra cosa es que el que te la vendió no supiese nada de guitarras.
Clavo sus ojitos en mi... "pobre tipo" -pensé- y me fui dejándolo allí, rodeado de esa gente que cabeceaba negando incrédulos mientras miraban las astillas en el suelo:
-¿you understand? ¿why?

Adios ojos azules, adios...


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