El rastro del domingo


Cada domingo desde hace mucho tiempo, en algún lugar de esta ciudad aparece un mercado sobre el asfalto. La gente coloca en sus pocos metros cuadrados una tela y encima aquello que desea vender, cualquier artilugio tiene allí una segunda oportunidad, pero el rastro tiene ademas una extraña magia que se extiende en todas direcciones ese día...
Por las calles mas remotas uno encuentra gente cargada de los mas inservibles articulos, adquiridos en medio de una euforia traficante pero que lejos ya de aquel meollo pasan a crear escenas que merece la pena resaltar. Esta mañana por ejemplo he visto venir hacia mi un señor de unos doscientos años que caminaba con una extraña cojera embutido en una chaqueta cenicienta comprada en una vieja tienda del siglo XIX. Su mandibula inferior sobresalía ligeramente hacía delante al igual que su tupe grisaceo, podria afirmar viendolo que Elvis no murió. Sin duda lo mas impactante es que caminaba con algo entre las manos, una especie de caja que llevaba a la manera de ofrenda a los dioses sobre los brazos y por delante de el, como si hiciera participe al mundo de su hallazgo. Cuando ha llegado a mi altura me ha sonreído cómplice, su sonrisa parecía quererme decir:
-Lo tengo nene, debes saber que lo he conseguido, es mio, me lo llevo, te dejaría probarlo pero no te conozco.
Seguí mi camino pensando en la cercana posibilidad de aquel tocadiscos ancestral explotase al conectarlo a la red eléctrica o destruyese en el acto cualquier vinilo que se le ofreciese.
Un poquito mas adelante una mujer solitaria carga con una extraña silla sin respaldo sobre los hombros y con una alfombra en las axilas, le cuelgan de las manos periódicos viejos y juraría que en la portada  de uno, fugazmente, he visto la cara de Kennedy.
Sigo mi camino recordando cuando años atras yo mismo cargaba sobre mi bicicleta una antigua maquina de coser.
Mi motivación de llegar hasta el rastro desaparece a mitad de camino y decido volver. ya no es lo mismo, ahora han puesto vallas por todos lados y aquello es como un vertedero lleno de gaviotas hacinadas.
De pronto lo veo, sentado en un banco mirando al infinito, una mano sobre su rodilla y la otra... la otra mano esta sobre su tocadiscos.

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