Breve amor

Ella come sola, una pizza para cuatro. El se muere de noviembres y domingos por la tarde cuando la mira desde su guitarra, flaco, casi como el viento que sube desde el puerto. El viento es igual entre los rizos de los dos, entre sus dos miradas.
-Canta para mi.
-No te va a gustar, pero te cantaré.
Ella es una gaviota, una grulla, golondrina que salta de un país a otro, ayer Grecia, hoy España, mañana Buenos aires. Él ha perdido todo su equipaje y sin embargo sonríe, porque entre todos los fantasmas que suben y bajan con los ojos nerviosos y el alma lejana puesta en otro día, ella lo escucha con los ojos muy abiertos, cantar sus confesiones de invierno.
Así que finalmente se marchan calle abajo, viviendo un año entero en una noche, soñando una vida entera en pocas horas. 
Brindan por todos los que siguen caminando, por las tierras de el y las de ella. Brindan por la suerte de encontrarse y no se preguntan por pasados accidentes, se quedan callados mirando al fondo del agua oscura del puerto, entre los mástiles que ondean, sin pensar demasiado en aviones o en turbinas o aleaciones de metal.
Cuando llega el día, la mañana, cantan calle arriba y creo que llevan dos narices de payaso, y creo que ella rueda por la arena del parque mientras se rie a carcajadas. Ella baja unas escaleras, el vuelve solo atravesando callejuelas. Los dos vuelan en direcciones opuestas y tal vez mirando por la ventanilla piensan lo mismo, exactamente, al mismo tiempo

Comentarios

  1. Bonita manzana la de Eva y cómo disfruta Adán de ella... Aunque no se sepa si es por la manzana o si es por Eva

    El soñador lúcido

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