La sorpresa

Yo era un indigena solitario, nostalgico, para la señorita que vende las entradas del museo de prehistoria. Voy de vez en cuando, hablo con las momias, les susurro en la antigua lengua, les cuento que en las montañas hay gente que vuelve a bailar junto a los fuegos y que se empieza a celebrar de nuevo el ueñesmed, le digo "mamita antigua todo cambia y da la vuelta con la sutileza de la eternidad" ella habla a su manera de momia, con vientos que suben las escaleras desde ninguna parte y vuelven loco al guarda, que jura que un dia se va a ir, que no le pagan suficiente para esos sustos que se lleva.
Me dejo embrujar por los cuencos de arcilla, le soplo a las espirales... En fin, hablo con la mujer solitaria de la entrada acerca mis antepasados y ella abre una puerta oscura y esceptica.
Pero el otro dia algo cambió porque fuí al museo a escuchar una charla sobre parto, lactancia y crianza. Ese dia bajarón de la montaña muchos de quienes viven allí, tomaron el museo, cada esquina, la espiral de afuera fue un circulo de niños descalzos, y descalzos tambien entraban a la charla los indigenas, pisando el suelo brillante, fregadisimo. Me sentí un poco culpable y nuestra mirada se cruzo un momento, le dije "no tengo nada que ver" y ella suspiraba tratando de contener una sonrisa.
Antes de cerrarse la puerta cuando el ultimo entró en la sala, junto a el se coló un viento, un murmullo curioso y contento, antiguo, de aguilas, que olía a pino y a tierra mojada.

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