Tras las huellas de mis ancestros


Atravesé el oceano en busca de mis antepasados, los busque por las laderas del volcan, le hablé a las piedras del barranco, canté junto a las espirales los nombres de las diosas. Le dije al Idafe que había vuelto, que seguíamos allí. Recorrí los antiguos senderos demasiado silenciosos y encontré los pequeños refugios de los magos, me arrodillé ante sus huellas y besé la tierra arrebatada despertando los cantos de la lluvia como lagrimas de Harimaguada. En honor a Tanausú no comí nada. Cuando al atardecer del segundo dia regresaba, con los pies molidos, al final del camino me esperabais, en la mitad de un bosque en Garafía, rindiendole homenaje al equinoccio, prendiendo en una teja las resinas, bailando un ritmo, una canción extraña, venidos de los lugares remotos donde el viento os puso como a mí. Os miraba bailar y entonces tuve la extraña idea de que la tierra nos llama, como si conociera la canción de nuestra sangre, como cuando los elefantes golpean el suelo con las patas, entonces poco a poco recordamos, como si mirasemos entre la niebla, quienes somos. Así supe que os había encontrado, con otro cuerpo y otra voz y en otro tiempo, con la misma unión a lo sagrado.

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