Dos obreros


Que hablan de sus cosas de obreros,
con sus manos de obreros, 
que apenas mueven,
que guardan para luego,
blancas de una cal que no se marcha,
y pareciera la cal de otros obreros
nacidos para las pocas palabras,
hermanados en la espalda ancha y en 
los brazos fuertes para sostener
la larga marcha interminable.
Si, cal de otros obreros que gritan desde
todos los siglos, que caen en los invernaderos, 
asfixiados entre el calor y el pesticida,
Del andamio caen a la vereda, donde no era obrero, solo un loco que escaló el andamio, un dia tras otro, sin cuerda y la esperanza de un contrato, que ahora no tiene nombre y nadie lo conoce, mientras se lo llevan en hombros los fantasmas, con paso de obrero, frente arrugada, muchos fantasmas, infinitos fantasmas de otros que fueron aspirados por la maquina, embestidos por el tren, nadando entre la harina, muertos bajo el tractor, hundido en el barro rodeado de gaviotas, con la espalda protegida por el fajin rojo de su abuelo o todos esos obreros que nisiquiera supieron que lo eran y cayeron en Verdún, Marne, o de un helicoptero envueltos en nylon hacía el fondo del rio de la plata.

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