Carta para un artista callejero

Hola. Me llamo Carlos Albors, quizá nos hemos cruzado alguna vez, o compartido el pan y unas canciones antes siquiera de decir el nombre. Te escribo porque nadie habla de ti, ni de mi, no te esfuerces en pasar las paginas, no estamos. Seguimos siendo invisibles. Realmente no sé en qué momento empezamos a serlo, tal vez pronunciamos las palabras prohibidas o tocamos los acordes secretos, lo cierto es que nadie parece acordarse de nosotros, por eso considero importante escribirte. ¿Te acuerdas de aquellas mañanas planeando el día en la terraza del bar? ¿Y cuando el día pasaba y nos volvíamos a encontrar y todo había sido diferente de lo planeado? ¿Te acuerdas de cuando hacíamos cola para nuestro show? Sabíamos que en ese lugar nos iría bien. Cómo te extraño, con tus acrobacias en la plaza, subido  a una pirámide de sillas, dando vueltas en tu rueda o vida a tus marionetas, sacando chispas de un violín, pateando el barrio repartiendo poemas, con tu pan recién hecho bajando de la cueva, jugandotelo todo en esa cuerda suspendida con los ojos vendados mientras lo imposible de tu existencia pasa desapercibido, porque lo más difícil no era tu espectáculo, era tu propia vida. ¡Espera, espera! Cómo me gustaba cuando sentados en el suelo desparramabamos las monedas para repartir nuestro botín de piratas, contábamos hasta el más mínimo céntimo porque era muy importante que todos ganasemos lo mismo, era un momento serio, a veces solemne diría yo.
Una cosa más ¿Te acuerdas de aquello que me dijiste una vez cuando me invitabas a fumar por octava vez? No entendías cómo podía sobrevivir en el mundo de la música sin evadirme, jamás entendí tu enorme sufrimiento hasta que decidiste acabar con él y con tu vida, sin llamar la atención, sin decir adiós, y todos supimos entonces que en aquellas canciones pedías socorro mientras en la calle tirabas de todos para que cumplieramos nuestros jodidos sueños. Me decías ¡No sueltes la guitarra! ¡No la sueltes! Y yo no la soltaba e iba quemando infiernos, aprendiendo mas, soñando con volar más alto cada vez. Tengo que confesarte una cosa, antes de que sucediera todo esto, de no poder ganar ni un duro, de no poder tocar en la calle o en un bar o en un circo, ni vender pulseritas o repartir poemas, antes me empezaba a ir bien y a veces dejaba de ser invisible durante cierto tiempo, se que parece una traición a nuestro clan de invisibles, en el cual la invisibilidad se había convertido en norma, pero me empezaba a acostumbrar a aquello, no estaba tan mal, espero pronto que esto pase y poder comprobar de nuevo si la gente me ve. He intentado pedir alguna ayuda, por lo menos hasta que esto termine, pero me piden que demuestre mi pobreza, aquella de la que conseguí escapar y a la que esta situación amenaza con devolverme, creo que será imposible a no ser que caiga de nuevo en ella, pero entonces ¿No será un poco tarde? Nada más, lo más importante de esta carta era que supieras que por alguna razón yo se que estas ahí, por algún motivo puedo verte y sé por lo que estás pasando, no estás solo, se que perfeccionas tus artes en secreto, no dejes nunca de hacerlo, la gente te necesita.





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