Pequeño Buda





Llegaste demasiado deprisa, como un meteorito que al entrar en la atmosfera se envuelve en luz, en fuego y llega diminuto, abrasado, endurecido, pero ansioso por ver, por oir, por tocar y sobretodo por reir, reir es tu firma, tus ojos azules chinitos rien mas allá del dolor, del transito insoportable, de todas las lagrimas, de todas las pruebas medicas, de tu antigüa medula quemada por la velocidad y de la nueva donada por ese misterioso Aleman que seguramente camina ajeno a la vida que ha salvado por alguna calle helada de Hamburgo, con las manos en los bolsillos, sintiendo a veces un misterioso calor que le rodea como un abrazo, como un agradecimiento. Recuerdo cuando me mirabas fijamente, hablabas con el alma de mil vidas, yo me veía reflejado en tus ojos como Buda en el paso del río y de pronto al agua le salía un llanto como un torrente, como un espejo que reflejaba las heridas que trataba de ocultar, o tambien una sonrisa inesperada, como un escudo contra cualquier piedra en el camino.

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