El gato

Uno va perdiendo poco a poco, sutilmente, como si un gato perforase los bolsillos,
el poco cartón piedra que le queda,
el decorado, atrettzo, los doblajes, los dobles,  las ganas de sumarse, al circo que ha llegado a la ciudad. Sucede así, y a veces te descubren con todas esas cosas por el suelo, la mirada perdida en la ventana, el café calentandote las manos, como único amigo, como faro, gurú, brújula, calendario, y piensan que estás triste y lanzan la sonrisa, palmada frase lunes en el azucarillo y piensas en la extraña costumbre de lanzar salvavidas, que tienen quienes nunca conocieron el mar.

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