Te ví pasar

Te he visto pasar, pero tú no me has reconocido.
Hemos pasado a ser extraños. Extraños o más bien ahora tú tendrías miedo de mirarme y de desafiarme como hacías, a mí me costaría un poco más eso de dejarme llevar hacia la noche y las esquinas fuera del circuito. Ojos de orillas de Puakatike, ahora somos caribes, caribes el uno del otro, cuando fuimos tan de abolir las fronteras de la piel.
No me has reconocido, pero yo sí, y estaban tus labios más duros, y tú pelo fijo y tus ojos que seguian siendo como el agua de Aruba, estaban fijos, determinados a descubrir y a fundar. Si te digo que vi de tu cabeza salir hojas de calendario y relojes y citas, como mariposas que se deshacían al contacto con el aire, y que quise avisarte de que estabas barriendo la arena del desierto, e incluso te grité desde el pasado que al segundo siguiente ya era para ti, el chico y su guitarra que ibas dejando atrás, como al sol y a los perros, a las calles y al barrio y a Delibes, Ferlosio, Jara, Dylan, Onetti y a Cortázar, Ovidio, Falkner y al pobre Charlie con las manos extendidas, ofreciéndole al viento sus zapatos de goma.

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