Los hombres no lloran





Tienen que seguir caminando monte arriba, tratar de encender el fuego con los dedos ateridos, con la leña mojada, no importa si parece que nunca va a prender. El tiempo de llorar se nos solapa con el sudor que corre por los brazos, que deben de subir a ese camión otro saquito, de veinticinco kilos de cemento. Los hombres no lloramos, seguimos remontando el río, selva adentro, aunque escueza el mordisco y el zarpazo, la brasa que anda incendiando el cuero. Los hombres no lloramos, tenemos que seguir, apretando los dientes, aflojando los puños para no acabar finaos. No lloramos más que cuando todo parece encaminado, ardiendo y el camión se va con su cemento, entonces nos curamos soñando que nos curan, abrazamos la espalda de la ingratitud, porque al menos es más que un espejismo, que se gira y se ríe de nuestros arañazos y decimos "no es nada" y no lloramos porque los hombres no lloran más que en ciertos callejones oscuros siendo solo una sombra que pasa blasfemando un juramento antiguo, lanzando sus lágrimas malditas, ahora sí, en todas direcciones, a las ventanas que se abren sobre los cadáveres de aquellos que murieron solos, contando sus monedas y yacen aun envueltos en sus batas, en los palacios abandonados. Lanzan sus lagrimas malditas a las puertas de los bares y a los adoquines, al viento amigo que pasa y las recoge, al tren que viene de Beniferri y al que sube a Paterna, a la luna de Atahualpa y a la de Estellés, a la luna de Boabdil y, ahora si, allá van todas porque mañana cuando nazca el sol quien sabe si habrá tiempo o un lugar donde los hombres podamos de verdad, llorar a plena luz.

Comentarios

  1. Yo siempre lloro, cuándo cansado y esténuado de reír, me salen todas las lágrimas.

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