Hada, Indio y la ruta





Viajan tirando de una anciana roulotte, camino de una ciudad-pueblo donde hay un castillo lleno de leyendas; lo suficientemente grande como para saciar toda su hambre de misterios. Quien remolca la roulotte es otra anciana; una furgoneta de agricultor que se acerca orgullosamente a la treintena y que milagrosamente no suele fallar. A veces si la pendiente es demasiado empinada quizá tengan que desistir pero eso no ocurre muy a menudo. Cuando llegan, ya desde lejos se ven esas magnificas torres almenadas. Como llevan mucho tiempo de viaje tienen (sobretodo indio) cierta prisa por aparcar, por dejar en algún lado su casa rodante y estirar las piernas. Al pasar conduciendo junto al castillo a Indio se le ocurre entrar en una calle en la que una indicación les avisa de que no hay salida. De todas formas allí se dirigen, a veces esos son los lugares mas increíbles para aparcar (nadie sabe de donde saco Indio esta deducción). Finalmente aquel camino resulta tener salida, solo que termina en una cuesta que desciendo hacia efectivamente a ninguna parte. Por suerte al final de la cuesta hay dos senderos, uno va hacía la derecha, a una carretera secundaria, el otro hacía la izquierda sube por un sendero de tierra hacía unas viñas.

¿Hacia donde ir? Indio mira a su derecha, a su izquierda, finalmente baja del coche y sube el solo hasta llegar a una especie de meseta, luego hay otra pendiente y otra meseta mas alta que parece una atalaya. Subir hasta allí sería maravilloso... dificil ciertamente, pero maravilloso. Hada desde dentro del coche predice probablemente lo que esta a punto de suceder... Tiene la nariz mas hermosa del mundo y unos ojos enormes que hablan mucho mas que sus labios finos y tranquilos, meditantes, previsores...
Indio vuelve, se sienta al volante, ha tomado una decisión, enfila por el camino de tierra, controla el volante que se desboca al resbalar las ruedas sobre la tierra, porque tirar de una roulotte cuesta arriba no cuesta precisamente poco. Llegan al plano pero el quiere ir mas alto, se escucha un suspiro proveniente del copiloto, desde allí arriba podría despertarse y ver el castillo al descorrer las cortinas.  La caravana no llega arriba, el ultimo metro ha sido demasiado. Indio baja y la desengancha, poco a poco la guía hasta la meseta anterior, frente a los viñedos; después sube y vuelve a bajar con la furgoneta. — Bueno, aquí estaremos bien, ese muro de arboles nos protegerá del viento y ademas aquí no nos ve nadie ¿quieres que vayamos al castillo?—
—Indio me gusta mucho el sitio ¿has pensado que dentro de poco empezarán las vendimias? tenemos unos días pero puede que recibamos la visita algún día del dueño de los campos. Vamos a ver ese castillo ¿sabes la historia del cerdo que lanzaron desde una ventana? ahora veras, te va a encantar—.
Pasan el día en el castillo y merodeando por los lugares mas ocultos que encuentran, escalando muros olvidados que llevan a ventanas oscuras y prometedoras... Sueñan hasta la extenuación y llegados a cierto punto se sientan al lado de una fuente; Indio observa que esta rodeado de turistas y decide hacer su espectáculo, se levanta de un salto y se coloca en medio de la muchedumbre que le observa sorprendida. Allí da rienda suelta a aquello que mejor se le da que es básicamente hacer soñar a la gente. Los lleva lejos, a unos jardines que conoció tiempo atrás y algunos abren los ojos como platos y se dejan llevar, otros no se creen nada y se marchan, pero el corro de niños es cada vez mas grande alrededor. Y así medio volando y medio bailando gana algo de dinero. Todos aplauden menos el dueño del restaurante que tiene justo enfrente que le exhorta a que la próxima vez avise que no le cuesta nada. Hada por su parte se sienta en la fuente y también se le acercan los niños, curiosos ante esa extraña luz verde que parece brotar de su cuerpo. Indio la encuentra cantando una canción que va al ritmo del viento entre las hojas, una canción que habla del fin del verano y de una pequeña flor llamada colchiques en un prado, florenciendo en medio del otoño...
Ella también acaba a veces rodeada de amigos, pero a nadie le cuenta que la gente le produce un cierto temor que mezclado con la curiosidad le atrae y le repele a la vez confundiendola terriblemente.
La mira tranquilamente, esperando a que ella salga de su trance, es como si el mundo se hubiese detenido. Abre los ojos y se vuelve hacia indio ofreciéndole su mano mientras sonríe levemente...



Continuará...

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