El miedo



Si hubiese ganado el pulso lo imaginado a lo vivido nunca habría aprendido a nadar como el salmon corriente arriba. Habrís esperado que llegase Godot. Si hubiese ganado el viejo la partida me habría quedado mirando los coches pasar tras la ventana, los barcos de otros, las otras manos. Nunca habría encontrado su pelo rubio bailando junto al fuego como una cascada ni su sonrisa entre los tambores. Tampoco habría podido dejarla marchar aunque supiese que así es como tuvo que ser porque habría sucumbido al miedo de no verla nunca mas. Y nunca habría vuelto a aparecer si no hubiese partido una vez mas, arrancandole mi cuerpo a lo conocido
Si me hubiese agarrotado ante la puerta nunca habría bajado una ola ni sentido la fuerza del mar en cuatro mares diferentes, en cien playas sin nombre. Si le hubiese hecho caso al inspector de las emociones con su lista detallada de prohibidas no me se sentiría tan agusto en Sirsasana dejando que como hojas secas caigan todas las ideas.  Si hubiese dado la razón al vendedor de seguros, no tendría una casa en cada puerto, tampoco sabría navegar ni cantar, pues para cantar hace falta despertarse sin espejo y salir a la calle, descubrir que uno tiene tantas voces y que hay una sin embargo que se escurre como un pez de colores en el fondo de un pozo.
Si hubiese subido al tren que nunca parte, el que aprieta un poco por arriba del ombligo, buscaría siempre no estar solo y las personas mas hermosas llegaron en medio de mi soledad. Pero no fué así aunque a veces fuese como una cuerda elastica dispuesta a devolverte al lugar de partida ante cualquier problema del camino. Ante un susto bajo el agua, ante un rodar monte abajo herido en la mejilla, ante una incertidumbre de amor, ante un adios, ante una lluvia, una nieve, un motor que se detiene sin aviso, una tabla partida, la fiebre, un cólico en la noche, ante ti mismo, ante mi misma, ante la vida...

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