Cae a plomo



Cae la banana en la república.

El cacique mira por ultima vez tras la ventana, el rostro es un poema de Peman.

Cae el árbol entero, a lo lejos suena el mar, nadie se cree ya el cuento en la pequeña caja negra que da las instrucciones, que indica el camino, que dirige la lagrima, que señala el buenhacer del prohombre al que nunca llama dictador. Yo tampoco, mas bien cacique, caciquillo, hijo de su época, amigo de su tiempo. En Platania a nadie le gusta hablar mal de los difuntos, por mas que hubiesen sido dictadores, por mas que dirigiesen las cloacas e hicieran oídos sordos, ojos ciegos.




Cae al pie de la mesa de caoba, tras una ultima mirada a los obreros, las bananas y el mar. 




Al día siguiente lloran todos, menos los obreros, aunque la cajita, maldita caja negra impuesta en cada salón, les diga que han de llorar y no esta permitido pensar distinto, dudar de la bondad de los difuntos que de pronto nunca tuvieron un látigo guardado. Lloran todos, menos los obreros que aunque parezca mentira siempre recuerdan, siempre.

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