La vuelta a casa



Me senté delante de aquella ventana, afuera llovía. Llovía mucho. El agua bajaba formando pequeños ríachuelos, todo olía a tierra. Los almendros, las montañas alrededor de mi pueblo, era un día de finales de abril. Mi padre arrancó el coche o al menos lo intentó, la batería mágicamente había dejado de funcionar. La verdad es que no quería irme ni que el coche arrancase finalmente ¿Quien querría volver a la ciudad? A esa casa sin pájaros, sin ríachuelos, sin atardeceres, sin luciérnagas ni erizos saliendo a medianoche... ¿Quien querría volver a aquella casa? A esa habitación que no olía a madera, que no tenía estrellas en la esquina, estrellas que no fueran pegatinas. ¿Quien querría volver a aquel lugar? Marcharse de la mar, dejar a las avispas y a las abejas, el tomillo y la ruda, el romero y la panadería. Finalmente el coche arrancó, mi padre no sonreía, yo lloraba con la lluvia y quería ser esas golondrinas que nos despedían, quedarme allí, donde era tan sencillo ser feliz.

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